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Canto negro, de Nicolás Guillén. Poesía mestiza

Como sé que os gustó el poema "Balada de los dos abuelos", de Nicolás Guillén, recitado por él mismo, aquí os dejo otro suyo, también recitado por él. Y os reto a leerlo, el próximo día en clase, mejor que el propio autor. El que lo consiga tendrá un positivón de los míos.



Os facilito la letra para que os sea más fácil...
(¿Quién me dirá la idea principal?... ¡jajajaja!... ¡Eso no lo sabe nadie!)

Yambambó yambambé.

Repica el congo solongo
repica el negro bien negro
congo solongo del songo
baila yambó sobre un pie.

Mamatomba
serembe cuserembá.

El negro canta y se ajuma
el negro se ajuma y canta
el negro canta y se va.

Acuememe serembó
yambó aé.

Tamba tamba tamba tamba
tamba del negro que tumba
tumba del negro caramba
caramba que el negro tumba
yamba yambó yambambé

Mi compañera (y sin embargo, amiga) Sara Hernández me recuerda otra bonita canción de Nicolás Guillén, "La muralla", cantada por Ana Belén, y que os invito a escuchar y leer en nuestro blog "Ni un día sin poesía". Dadle al enlace ...

Lectura de poemas.

Javier Sánchez Barranquero (ESO2ºB) lee "Paraíso en la nieve", de Antonio Colinas



Cuando la nieve va a llegar, se oye
Un silencio en los campos,
Un silencio en los cielos.
Luego, van descendiendo gruesos copos,
Los sientes en el rostro como un don
Y te vas despertando a nueva vida.

Avanzas en lo blanco lentamente,
Avanzas con el peso de lo negro
Que siempre hubo en ti,
Con lo que hiere y duele y nos enferma,
Con todo el mal que en siglos hemos hecho,
Con todo el mal que en siglos nos hicieron.
Mas, poco a poco, se aligera el cuerpo
Y el alma, extraviada en lo blanco,
Espacio es de sí misma.

¡Paraíso en la nieve!
Al fin, ya todo es blanco
En lo negro del hombre.
Hasta el aire tan frío que respiras
Te parece de fuego.
Y allá donde se posan tus dos ojos
La luz es una zarza que llamea,
Oímos el crujido de la luz.

Antonio Colinas (1946)

(El autor en Ni un día sin poesía)

Romances sonámbulo. García Lorca.

Romance sonámbulo

Verde que te quiero verde
Verde viento, verdes ramas
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas.

Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.

--Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los puertos de Cabra.

--Si yo pudiera, mocito,
este trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.

--Compadre, quiero morir,
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?

--Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.

--Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
¡dejadme subir!, dejadme
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.

Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal
herían la madrugada.

Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.

--¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está tu niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!

Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.
(De "Romancero gitano")

Federico García Lorca (1898-1936)









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